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Gobernados por bacterias o viviendo en relación amistosa


Muy buena parte de nosotros desconoce que en nuestro intestino reside una comunidad de cien billones de bacterias las cuales componen la llamada microbiota intestinal, también se la ha llamado el segundo cerebro y hasta el órgano desconocido. Dicha comunidad realiza funciones claves en el mantenimiento de nuestra salud y su desarrollo se inicia desde el momento mismo de nuestro nacimiento.

Esta gran comunidad que incluye como mínimo 1.000 tipos diferentes de bacterias y que comprende 3.3 millones de genes, lo que supone es 150 veces más que el genoma humano, desempeña funciones como: ayudar a regular el suministro de energía y protegernos de “intrusos” (virus y bacterias que generan enfermedades). ¡70% de nuestras células inmunes y más de 100 millones de neuronas conectadas con el cerebro viven en nuestro intestino!, por eso se le denomina “el segundo cerebro”.

Relación amistosa

Vivimos en simbiosis con nuestra microbiota intestinal, nosotros les ofrecemos “buen” alimento y un cómodo lugar donde vivir y ellas nos proporcionan sustancias que necesitamos y protección contra organismos patógenos. Estas “buenas” bacterias nos proporcionan enzimas y facilitan rutas metabólicas que nosotros los seres humanos carecemos. Estas bacterias amigables también fermentan ciertos carbohidratos para proporcionar energía y nutrición al colonocito, las células de nuestro colon. Igualmente favorecen la absorción del calcio, del hierro y hasta sintetizan vitaminas como la K, la B12 o la Biotina. Estas “buenas” bacterias ejercen un importante papel en la inmunidad, es decir de alguna manera nos protegen de agentes patógenos que desean hacernos daño, restringen el paso y el crecimiento de “malas” bacterias y hasta de hongos como la Cándida. Son nuestras amigas y con ellas mantenemos una estrecha relación desde tiempos remotos.

Son nuestras y de nadie más

Un gran número de estudios recientes dentro del Proyecto del Microbioma Humano, han demostrado que la composición de los microbios en el intestino de distintos individuos, e incluso aquellos encontrados en distintas partes del cuerpo de la misma persona, varían de forma consistente entre una persona y otra. El estudio actual muestra que “incluso el residuo de microbiota mantiene las características de la individualidad,”. El análisis metagenómico de la flora intestinal ha permitido describir una colección de 5 millones de genes microbianos que codifican para aproximadamente 20.000 funciones biológicas relacionadas con la vida de las bacterias. El ecosistema intestinal humano puede clasificarse en torno a tres grupos de acuerdo a la abundancia relativa de tres Géneros: Bacteroides (enterotipo 1), Prevotella (enterotipo 2) y Ruminococcus (enterotype 3). Estos grupos han sido denominados "enterotipos" y su descripción sugiere que las variaciones entre individuos están estratificadas. Una vez descrita la composición bacteriana sería interesante establecer la relación entre la alteración de equilibrios ecológicos con estados de enfermedad que puedan desembocar en una novedosa vía terapéutica. (3) la cual hasta podría ser personalizada según tu huella “microbiotica” .

Pérdida del equilibrio

Patologías como la enfermedad inflamatoria intestinal (4), obesidad (5,6), diabetes mellitus tipo II (7), o colitis pseudomembranosa (8) han sido asociadas a cambios en la composición de la microbiota gastrointestinal, no obstante, la consistencia entre distintos estudios es aún pobre para algunas de ellas. El hecho de asociación no implica necesariamente causalidad, pudiendo ser estos hallazgos consecuencia de la propia enfermedad.

La composición y armonía de la microbiota intestinal está muy influenciada por factores externos, incluyendo las condiciones de nacimiento, la dieta, el entorno o el uso de antibióticos. Si no hacemos las cosas bien y nos alimentamos con comida poco nutritiva, baja en fibra, rica en azúcares fácilmente fermentables, carnes, grasas saturadas, grasas procesadas, bebidas gaseosas, frituras o si vivimos en constante estrés, con poca o nula actividad física, tumbados en una poltrona viendo tv y comiendo palomitas con gaseosas, alteramos el equilibrio intestinal, matamos de hambre a nuestras buenas bacterias y ocurre un aumento desenfrenado de “malas” bacterias que si son capaces vivir en un medio ácido, cargado de tóxicos, putrefacto y con suficiente azúcar para alimentarse y fortalecerse. Ocurre entonces el desarrollo de una comunidad de bacterias que producen toxinas, llamadas enterotoxinas, productos metabólicos de desecho. A esta alteración se le ha llamado disbiosis y se ha asociado a enfermedades tan diversas como síndrome de intestino irritable, enfermedad de inflamatoria del intestino, cáncer colorrectal, inflamación sistémica de bajo nivel, síndrome metabólico, obesidad y muchas otras condiciones que actualmente siguen en investigación.

Se ha llegado a demostrar que la delicada interacción del intestino – cerebro también se ve alterada. Las “malas” bacterias y sus productos tóxicos, las enterotoxinas influyen sobre nuestras emociones, estado de ánimo y conducta. Se ha observado por ejemplo, que la microbiota intestinal “saludable” produce algunos neurotransmisores como la serotonina la cual incide sobre nuestro estado de ánimo, provocando dicha y felicidad. Cuando hay serotonina nos sentimos alegres, con ganas de vivir, con deseos de hacer cosas, trabajar, divertirnos, cantar y bailar, cuando enfermamos a nuestras “buenas” bacterias y proliferan las “malas”, cae bruscamente el nivel de serotonina y nos sentimos sin ánimo, sin energía, sin ganas de vivir o de hacer algo, se inicia un cuadro de ansiedad y decaimiento generalizado, sumado a las enterotoxinas producidas por las “malas” bacterias, se genera una condición que bien podría interpretarse como una manipulación de nuestro ser, nuestra conducta y llevarnos como títeres a la depresión y hasta al suicidio. Esta condición se ha demostrado en animales como es el caso del ratón infectado con huevos de toxoplasma gondii, este parásito induce al ratón a entrar en contacto con la orina del gato, se siente atraído por el olor y es presa fácil del felino el cual se come al ratón infectado y una vez dentro del gato, el parasito toxoplasma gondii puede reproducirse y comienza de nuevo el ciclo.

Como alimentar a nuestras buenas bacterias y favorecer un microbioma saludable

Estudios en el campo de la nutrición han confirmado el poder de las acciones dietéticas en la alteración del microbioma (9) y es un área de investigación de gran futuro y potencial. El modo evidente en que se puede manipular la microbiota es alimentando al huésped (nosotros) y a la microbiota (las buenas bacterias). La dieta alta en grasas se ha asociado con el enterotipo Bacteroides, y una dieta rica en hidratos de carbono se asocia con el enterotipo Prevotella. (10)

Con suplementos dietéticos altos en fibra se han conseguido niveles elevados de Bifidobacterium, Faecalibacterium prausnitzii, y un grupo de Clostridium; estos tres grupos se suelen asociar con un mejor estado de salud. (11,12).

En numerosos estudios se ha demostrado claramente que los probióticos y los prebióticos en diferentes grados son útiles para el desarrollo de bifidobacterias y lactobacilos beneficiosos. En varios estudios se han observado mecanismos mediante los cuales diferentes especies de lactobacilos y bifidobacterias no solamente producen efectos beneficiosos en el huésped, sino que inhiben la fijación y la actividad de enteropatógenos invasores. (13).

Tal vez en el futuro se incorporen bacterias beneficiosas especificas a alimentos como el yogurt o el kéfir con lo cual estaríamos creando alimentos funcionales cargados de bacterias beneficiosas que van a actuar contra una enfermedad o dolencia particular. Es probable que en un futuro hasta prescindamos de los antibióticos y en su lugar utilicemos cepas de prebióticos y prebióticos para atacar a las “malas” bacterias causantes de la infección. Un análisis con cultivo de heces capaz de detectar una reducción o variación en la diversidad de nuestro microbioma, podría ser un instrumento útil para la predicción temprana de enfermedades y así tomar medidas preventivas de forma temprana. Por lo pronto las recomendaciones actuales recomiendan seguir una dieta variada y equilibrada que incluya todos los grupos de alimentos para proporcionar sustratos variados y reducir las probabilidades de que especies dañinas se asienten y elijan nuestro intestino como su hogar. Debemos cuidarlas y alimentarlas de la mejor manera posible para asi evitar una disbiosis que resulte en un crecimiento de “malas” bacterias que nos manipulen, nos causen problemas y nos lleven a donde ellas quieren, el terreno fértil para el desarrollo de la enfermedad.

Es importante hidratarnos, asi las hidratamos a ellas también, es importante incluir alimentos fuente de fibra en la alimentación, vegetales variados, frutas, alimentos fermentados como el kimchi, la kombucha, el kéfir o las típicas bebidas mexicanas, cargadas de nutrientes para nuestras buenas bacterias, el tepache, el pozol o el pulque. Además existen suplementos nutricionales altamente beneficiosos como la clorofila que regula el pH, el aminoácido glutamina que nutre a las células del colon, la inulina como prebiótico al igual que el plantago ovata (psyllium), el zinc, el magnesio y extractos de cúrcuma y/o de hojas de oliva para mantener alejadas a las malas bacterias.

Fuentes:

  1. Gut Microbiota for Health. Sociedad Europea de Neurogastroenterología y Motilidad

  2. Reconceptualizing major depressive disorder asan infectious disease. Canli Biology of Mood Anxiety Disorder 2014, 4:10

  3. Progress in the knowledge of the intestinal human microbiota. Nutr. Hosp. vol.28 no.3 Madrid may./jun. 2013

  4. The gut microbiota in IBD. Manichanh C, Borruel N, Casellas F, Guarner F.. Nat Rev Gastroenterol Hepatol 2012; 9: 599-608.

  5. Microbial ecology: human gut microbes associated with obesity Ley RE, Turnbaugh PJ, Klein S, Gordon JI, et al.. Nature 2006; 444: 1022-3.

  6. Functional interactions between the gut microbiota and host metabolism Tremaroli V, Backhed F. Nature 2012; 489: 242-9.

  7. A metagenome-wide association study of gut microbiota in type 2 diabetes. Qin J, Li Y, Cai Z, et al. Nat ure 2012; 490: 55-60.

  8. Moving pictures of the human microbiome. Caporaso JG, Lauber CL, Costello EK, et al. Genome Biol 2011; 12: R50.

  9. Dietary intervention impact on gut microbial gene richness Cotillard, A., et al. Nature, 2013. 500(7464): p. 585-8.

  10. Linking long-term dietary patterns with gut microbial enterotypes. Wu, G.D., et al., Science, 2011. 334(6052): p. 105-108.

  11. Human intestinal metagenomics: state of the art and future. Blottiere, H.M., et al. Curr Opin Microbiol, 2013. 16(3): p. 232-9.

  12. High-level dietary fibre up-regulates colonic fermentation and relative abundance of saccharolytic bacteria within the human faecal microbiota in vitro. Shen, Q., L. Zhao, and K.M. Tuohy,. European journal of nutrition, 2012. 51(6): p. 693-705.

  13. Beneficial modulation of the gut microbiota. Walsh, C.J., et al., FEBS letters, 2014. 588(22): p. 4120-4130.

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